29 junio 2010
Participación Ciudadana
Cuando una parte de la ciudadanía se moviliza y se echa a la calle de manera reivindicativa por algún tema medioambiental, sindical, etc., entra en contacto directo con el otro sector de la sociedad que observa pasivo el devenir de los problemas, y que incluso estando de acuerdo con dicha reivindicación permanece paralizado sumisamente aceptando el desenlace final de la problemática.
En esta sociedad canaria es muy típico encontrar opiniones pesimistas que instan a abandonar la lucha reivindicativa y la participación política ciudadana, esgrimiendo insulsamente que “no se va a conseguir nada”. Afortunadamente la historia reciente canaria nos ha demostrado que esto no siempre se da así, y poco a poco va calando en la sociedad una mayor concienciación política que consigue logros.
Últimamente los organismos políticos han articulado una serie de mecanismos que han puesto al alcance del pueblo para una mayor implicación ciudadana en la toma de decisiones, mediante las Agendas Locales 21, los Tagorores o las Mesas Comunitarias. Sean suficientes o no, son las que existen y deben de ser aprovechadas. Por eso, desde Alternativa Sí Se Puede por Tenerife animamos a los pueblos a que sean participativos en las decisiones de las políticas locales y que rompan con las barreras psicológicas que les puedan hacer dudar en el momento de dar un paso adelante y participar activamente.
Es por esto que hacemos unas reflexiones en voz alta y lanzamos unas preguntas a nuestros compañeros de partido que nos ayudan a saber un poco más de la situación de la política canaria y su participación.
- Respuestas de Mayca Coello, socióloga y candidata a la alcaldía de Candelaria por Alternativa Sí se puede.
¿Crees que hoy en día sigue existiendo el miedo a ser crítico con el político local?
La democracia formal se instauró en el Estado español hace poco tiempo, 30 años en la historia de una sociedad es un periodo realmente corto, tras un periodo más largo de dictadura. No hemos tenido tiempo ni oportunidades para madurar democráticamente, para arraigar comportamientos acordes con este sistema. Las personas que asumen cargos públicos, en muchísimas ocasiones, dejan de ser ciudadanos y ciudadanas para asumir un estatus social superior. Desde esta posición comprometen empleos, facilitan gestiones administrativas, toleran actuaciones en el territorio, gestionan ayudas sociales… aplicando criterios diferenciales según la vinculación ideológica, familiar, o económica con las personas destinatarias de estos compromisos. Este uso arbitrario y clientelar del “poder”, acompañado del profundo desconocimiento de los derechos que tenemos como ciudadanos y ciudadanas, favorece que las personas eviten pronunciarse críticamente ante determinadas políticas o actuaciones, temiendo perder los “favores” del político de turno.
¿En las políticas locales existe un vínculo nocivo con el mundo empresarial?
El empresariado forma parte de la sociedad, son ciudadanos y ciudadanas que desempeñan una actividad económica, que generan empleo de mayor o menor calidad, y que podrían favorecer la innovación y la diversificación económica. Lo que sucede muchas veces es que una parte de este sector se vincula a los partidos políticos mediante financiación directa a los mismos; mediante aportaciones dinerarias o en especies para actuaciones públicas; mediante el establecimiento de vínculos profesionales… reclamando explícita o tácitamente la devolución de los favores. Es aquí donde empiezan los problemas porque se produce la pérdida del sentido de la política como gestión de las cosas públicas para el conjunto de la ciudadanía, y aparece el deseo de incremento de los beneficios para los “patrocinadores”.
- Respuestas de Fernando Sabaté, geógrafo, militante del comité del Sureste y candidato al Cabildo de Tenerife por Alternativa Sí se puede.
¿Piensa que el ciudadano canario se siente más desamparado que el de cualquier otra comunidad autónoma?
Creo que, en líneas generales, es así. La razón hay que buscarla en la historia de la sociedad canaria: una comunidad sometida a condiciones de caciquismo lacerante, a un retraso muy marcado en el acceso a la alfabetización y la escolarización, a los particulares rasgos coloniales (o semicoloniales) emanados a partir de la Conquista en el siglo XV. De todo ello derivó la renuncia a "significarse" (por miedo a ser castigado), una inseguridad en el uso del lenguaje "oficial" (identificado por la población como el lenguaje del poder, al que se sentía totalmente ajena), y una dificultad muy grande para desenvolverse en el ámbito de lo institucional. Puede haber casos de otras comunidades del Estado español con rasgos, en parte, parecidos (Galicia, Andalucía), pero en Canarias concurren circunstancias específicas. Por otra parte, creo que estamos en una fase histórica donde --muy lentamente-- se tiende a ir superando este tipo de situaciones.
Se dice que el votante de izquierdas es más crítico y exigente con su propio partido que el votante de derechas, ¿a qué se debe este fenómeno?
También comparto la afirmación. Las personas de izquierdas son (somos), por definición, críticas con lo existente. Queremos superar o trascender la realidad actual, para mejorarla. Si no fuera así, no seríamos de izquierdas. Esto, en principio, no puede ser más que positivo. Ahora bien, una cosa es ser críticos y autocríticos con nosotros mismos; y otra, diferente, es desarrollar un hipercriticismo que bloquea por reducción al absurdo cualquier iniciativa de avance y transformación de la realidad. Los seres humanos no somos perfectos, la realidad está atravesada por múltiples contradicciones, y todos formamos parte de esa realidad. Actuando sobre ella es inevitable equivocarse, pero hay que corregir (para eso sirve la autocrítica) y volver a actuar. Y volver a equivocarse, y volver a corregir, y volver a actuar. Una virtud de todas las personas verdaderamente revolucionarias --una persona puede ser muy de izquierdas y a la vez muy poco revolucionaria, por incapacidad de acertar en cómo transformar la realidad-- es la paciencia. Como se ha dicho tantas veces, la primera virtud revolucionaria es la paciencia; la segunda es la paciencia; y la tercera, la paciencia. Pero paciencia no significa inacción, sino acomodar la acción a los ritmos asumibles por la gente en cada momento histórico: a veces se va muy rápido, y otras muchas muy despacio.
- Respuestas de Francisco Déniz, Sociólogo, militante del comité de La Laguna y miembro de la Coordinadora Insular de Alternativa Sí se puede.
¿A qué se debe que la sociedad rural sea menos activa políticamente que la urbana?
Esta pregunta merece una reflexión de, por lo menos, un máster. No obstante, si tuviéramos que decir algunas cosas, aunque sea a modo de esquema, diríamos que, en general, las sociedades rurales han estado sometidas a un tipo de control social mucho más exhaustivo y profundo que las sociedades urbanas. El caciquismo, los terratenientes, no sólo han controlado a la masa salarial, sino a las familias y clanes enteros. Ha ejercido muchísima represión, se han negado a que los aires liberales o socialistas invadan los campos, y no han dudado en llamar a la rebelión contra la democracia cuantas veces han querido. Además, la iglesia mantiene un control casi total de la vida cotidiana de los campos. Ello es así hasta nuestros días, aunque un poco menos. Pero aún se pueden observar los restos de este modelo de producción en muchas zonas del Archipiélago.
Por otro lado, mientras que en zonas donde han existido grandes contingentes de jornaleros y un salario y unas condiciones más o menos iguales se ha constituido una clase obrera campesina, la existencia de la pequeña propiedad de subsistencia, como es el caso de Canarias, provoca un individualismo que frena cualquier intento colectivo. La mentalidad individualista tiene este basamento material de la pequeña propiedad y del esfuerzo familiar o, si se quiere, individual. Ello desactiva el activismo político pues no se entiende que de un esfuerzo colectivo salga nada relevante para las miserias personales, sólo vale el esfuerzo de los tuyos. Esa mentalidad está bastante arraigada en nuestra gente y en todas las comunidades rurales que no han desarrollado o que no han mantenido los vínculos colectivistas. Además, hay que tener en cuenta que, el poder se ha encargado de que los mínimos atisbos de colectividad de la propiedad agrícola fracasen. Por ejemplo, las grandes multinacionales de la alimentación se han especializado sistemáticamente en hundir las producciones locales.
De la Iglesia se ha hablado demasiado, así que yo no voy a ahondar en esta cuestión, pero no cabe duda de que determinadas tradiciones inciden en la paralización y el miedo a evolucionar y a ganar independencia personal respecto a los vínculos primarios. Eso en la ciudad es mucho más flexible y hay múltiples vías para escapar a ese control. Hay nuevas expectativas nuevas posibilidades, etc. lo que provoca una mayor capacidad y disposición hacia las ideas nuevas.
También hay otra cuestión que pudiéramos atribuir, me refiero a la mayor crisis. Realmente, es en las ciudades donde más se acusa la descomposición social, identitaria y ecológica (en sentido amplio y político), por eso, es lógico que sea ahí donde surjan constantemente grupos opositores.
Esto que he comentado, y que como esquema general podría aplicar a casi cualquier situación como las descritas, no cabe duda de que hay que reconducirlo, y la única manera es aprovechar el escaso impulso de la gente joven de esas zonas y empujar a resto de la comunidad en una lucha democrática que cuestione los resortes del poder en nuestros pueblos. Y como quiera que ello no es suficiente, no cabe duda de que tenemos que conocer la realidad que tenemos delante, a veces el poder funciona en el miedo y en los intereses personales más pequeños. La izquierda ha soslayado siempre esas cuestiones, pero son las que precisamente paralizan a un pueblo, y hacen que las propuestas de la izquierda caigan en el autoregocijo, en la incomprensión y, sobre todo, en la ridiculización. Por eso, es necesario conocer la realidad última que se vive, la que condiciona nuestra forma de vida para poder hacer propuestas emancipadoras con visos de progreso y no de atraso.
Existe una baja participación de los jóvenes en la política activa canaria, ¿Que mensaje enviarías a los jóvenes para que se acerquen a la política que nos afectan en nuestro día a día?
Sí, eso es evidente. La juventud está muy mal, que dirían los viejos. Y como yo soy viejo pues, no me queda más remedio que seguir diciéndolo. Pero a diferencia de los demás viejos, yo lo digo porque, efectivamente, la juventud se ha desentendido de la cuestión política. Ojo, la sociedad entera también. Es decir, cuando la sociedad está pendiente de la cuestión política en una dinámica innovadora y reformadora o revolucionaria o, incluso, simplemente democrática, la juventud también se implica. Eso se observa claramente en las sociedades en transición. Cuando la ciudadanía pelea, la juventud se pone delante. Pero en situaciones como las que vivimos, en clara postmodernidad sin rumbo más o menos conocido, la sociedad entera está constreñida sobre sí mismo. Son muchos los mecanismos que nos han llevado a que veamos la sociedad desde el televisor, e incluso, que creamos que podemos cambiarla desde el dichoso aparato. Nos han recluido, y es muy difícil salir esta reclusión. Pero, en el caso de la juventud actual, y a diferencia de otras generaciones de los 70 o, incluso, 80, la incertidumbre propia de esta época paraliza su energía. El capitalismo centrifugado que padecemos, aparentemente produce tal cantidad de estímulos, que lo que provocan es la percepción de que cambiar las cosas es prácticamente imposible. Y la juventud se vuelve pragmática sobre lo que hay, y lo que hay es precariedad y competitividad salvaje. Así están las cosas. En cambio, las estadísticas consultadas hablan de una juventud canaria con gran identificación con su tierra, con el Archipiélago canario, incluso por encima de juventudes vascas o catalanas, pero a diferencia de éstas, con poca relación de este sentimiento con los discursos políticos. Es decir, existe gran sentimiento de pertenencia a su pueblo, pero está poco asociado a los discursos políticos que se producen a su alrededor. Es una juventud muy despolitizada. También, otro dato curioso es el gran índice de ateísmo.
Las propuestas que se hagan de futuro para la juventud, convencerlos de que las cosas pueden cambiar, de que van a cambiar y de que su contribución es importante, no como jóvenes, sino como personas adultas es lo básico. En mi opinión hay que hacer ver a la juventud que, también en la pelea política y social hay vida y, además, una vida muy gratificante y con grandes dosis de inteligencia y preparación. La lucha política hace a las personas más inteligentes y, en nuestro país canario, con los altos grados de analfabetismo, eso es una escuela se superación personal.
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